Creative Commons License Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

jueves, 8 de marzo de 2007

Capítulo 8: Gracias

A pesar de que, como había señalado la pequeña rata, se habían desviado dos grados sobre el rumbo previsto, eso no supuso mucho retraso en la hora de anclaje prevista. La gran experiencia en materia de navegación del capitán del Mono Parlante III, unido al hecho de que ésta era la fragata más rápida que surcaba los templados mares caribeños, hacían este tipo de errores una mera anécdota. Sin embargo, el correctivo empleado con el maldito crío no había sido excesivo, al fin y al cabo le pertenecía. Además, lo que no mataba, te hacía más fuerte. Y el puto crío debería ser muy fuerte para hacer frente a la misión que algún día se le encomendaría.

Dio órdenes a la tripulación de fondear y preparar el bote para ir a tierra firme. Aunque no le gustaba la idea de ir solo y desarmado, las órdenes eran muy claras, así que dejó en la caja fuerte de su camarote las dos pistolas que llevaba encima, junto con su correspondiente munición, el cuchillo escondido en la manga, el que llevaba pegado a la suela de la bota, la daga que llevaba atada al otro tobillo y la pequeña pistola de una sola bala que llevaba oculta bajo el sombrero. Estuvo tentado de esconderse algún arma, ya que hacía muchos años que ni siquiera dormía desarmado, pero se le vino a la mente la voz que le conminó a desarmarse y juzgó prudente no tentar a la suerte.

Con un pie ya dentro del bote que le llevaría a tierra, sintió un pequeño tirón en su chaqueta. Se detuvo y desvió su mirada hacia abajo: era el mocoso.

"¿Qué coño quieres, chaval?"
"Maestro Hawk, ¿puedo ir con usted a tierra, por favor?" – el pequeño Ed estaba usando su mejor puchero para intentar que algo de compasión asomara en el rostro de su maestro.
"Ni lo sueñes, majadero" – parecía que no estaba surtiendo efecto.
"Pero, señor, hoy es mi octavo cumpleaños, y usted me prometió …"
"Ah, la maldita promesa. Mira, chaval, te voy a dar una lección gratuita que te ahorrará muchos disgustos: nunca te fíes de una promesa que te haga un pirata borracho" – en otros tiempos, habría acabado la discusión de un buen guantazo, pero hoy no, no quería violencia a no ser que fuera estrictamente necesaria.
"De un pirata no, señor, ¿pero tampoco me puedo fiar de la palabra del mejor pirata del Caribe, que además es mi maestro?" – ya que Ed tenía el no, lo intentaría haciendo un poco la pelota.
"Guárdate tus halagos para las mujeres, te he dicho que n…" – una idea acudió de repente a la cabeza de Hawk – "bueno, hagamos una cosa: vienes conmigo a la isla, pero tengo que resolver unos asuntos así que te dejaré a cargo de una amiga, ¿entendido?"
"¡¡ Sííííííí, muchas gracias, señor !!" – bramó con alegría el pequeño Ed. Era su primer regalo de cumpleaños, y lo recordaría para siempre.
"Venga, granuja, sube a la barca" – dijo Hawk mientras revolvía el pelo al pequeño Ed. ¿Le tenía cariño? Bueno, tras tres largos años el chaval había logrado hacerse respetar, era muy inteligente, obediente y siempre estaba dispuesto a aprender y eso era algo que le gustaba mucho a Hawk.


"¿Qué te trae por aquí, guapo?" – inquirió una camarera bizca y culona.
"¿Está Dessy?" – preguntó Hawk mientras sobaba el inmenso culo de la camarera y babeaba sobre sus pechos.
"Ya sabes que Dessy es la estrella de este tugurio. ¿Traes oro?" – dijo la camarera mientras se limpiaba las babas con el mismo trapo con el que limpiaba las jarras de grog.
"Traigo algo mejor, mira" – dicho esto, se apartó un poco a la derecha y una cabeza asustada surgió de detrás de la casaca de Hawk.
"Sabes perfectamente que solo admitimos pagos en oro, nada de esclavos, loros ni cabezas cortadas" – respondió dándose media vuelta.
"No, no eso, claro que traigo oro, pero ya sabes de la afición de Dessy a darse 'pequeños' caprichos, ¿verdad?" – dijo mientras agarraba de un brazo a la camarera para impedir que se fuera.
"Dessy con ese mequetrefe no tiene ni para empezar"
"No te creas, así a simple vista engaña, pero el pequeño está bien dotado"

Cierto era que aunque los piratas no eran conocidos por su cuidada higiene, tanto tiempo de convivencia hacía que una tripulación conociera bien los cuerpos de todos y cada uno de sus integrantes. Si bien el niño estaba exento de ciertos juegos sexuales -más que por su edad, hecho que a ciertos miembros (literalmente) de la tripulación más que echarles para atrás, les atraía, por el hecho de que era el protegido del capitán – no eran pocas las veces en que la tripulación al completo recibía los rayos del astro rey al desnudo. Y no eran pocos los que se veían superados al observar el cuerpo de Ed, agraciado sin duda por un don que haría alegres a muchas mujeres.

"Ed, ahora te vas a quedar aquí hasy que yo vuelva a por ti. Tengo ciertos … asuntos que resolver. Toma, gástate esto en lo que quieras, pero no bebas mucho grog que tu cuerpo todavía no está terminado y te puede dar algo" – Hawk dejó caer 4 monedas de oro en la mano del pequeño Ed, todo un botín, sin duda.
"¿Puedo ir a la feria del pueblo?" – inquirió Ed con cara de decepción, sin duda prefería el algodón dulce al conejo.
"No, mira, chaval, te has pasado tres años metido en un barco repleto de sucios piratas, ya es hora de que conozcas lo que es una mujer. Y créeme, cuando lo sepas, no pensarás en otra cosa"

Y Hawk tenía razón.


Tras media hora de larga caminata, Hawk llegó a su destino. Una vieja casa de madera en mitad de la selva. Antaño había sido la guarida de ciertos grupos de bandoleros que robaban, mataban y violaban, sí, en ese orden, a todo incauto que pasara cerca.

"¿Hola?" – dijo Hawk, no sin cierto temor, mientras abría lentamente la puerta de la choza.
"¿Hola? ¿Hay alguien?" – repitió.
Sólo el silencio por respuesta.
"¿Hola?" – estaba a punto de darse media vuelta y volver por donde había venido.
"Que sí, coño, hola, cof, cof, cof" – dijo una voz grave desde algún lugar entre las sombras.
"Hola, ¿Narf?" – inquirió Hawk.
"No, soy la madre Teresa de Calcuta, no te jode, cof, cof, coño, que me he atrangantado con un pistacho y por eso no he contestado antes, grrrrr." – el desconocido llamado Narf se aclaró la garganta, ahora no parecía tan peligroso, más bien le parecía … ¿patético?
"¿Quién es esa Teresa …" – empezó a preguntar Hawk.
"Olvídalo, ¿no te había dicho que vinieras solo?"
"Estoy solo"
"¿Y el niño que has dejado en la taberna Peco's?"
"¿Cómo …?" – Hawk se preguntaba cómo lo sabría, había sido muy cuidadoso para no levantar sospechas, además había venido casi corriendo todo el camino, era imposible que esa persona lo hubiera visto en el puerto …
"El cómo no es la pregunta, la pregunta es ¿por qué me has desobedecido?" – preguntó Narf desde las sombras.
"Bueno, era, era el cumpleaños del chaval y pensé que … " – empezó a explicar Hawk.
"Ohhhh, que sorpresa, ¿el temible Hawk preocupándose de su pequeño esclavo? Y es más, ¿el temible Hawk pensando? ¿Pero qué mundo es este?" – inquirió con sarcasmo Narf – "Bueno, da igual, olvidemos ese pequeño detalle ahora. Veamos, ¿has traido lo que te pedí?".
"Por supuesto, Narf, ¿por qué clase de pirata me tomas?"
"Por el que eres, un pirata imbécil pero con suerte, que abordó el barco equivocado en el momento equivocado, lo que le ha convertido, sin querer y por desgracia mía, en una pieza clave"
"Tu dirás lo que quieras, pero no me negarás que hay que tenerlos bien puestos para asaltar al buque insignia de la Armada Española y salir victoriosos".
"Sí, eso, o estar muy borrachos"
"Hombre, la verdad es que algo habíamos bebido, sobre todo el vigía, que desde que perdió el ojo bueno en una partida de póker, no levanta cabeza el hombre".
"¿Qué cojones me estás contando? Como si me importara un huevo tu vida o la de tu repelente tripulación" – en este momento Narf, ni se podía imaginar que quizás sí se tendría que preocupar de un tripulante, del más joven, para ser preciso.
"Perdona, es que cuando me pongo nervioso no digo más que tonterías"
"No te hace falta estar nervioso para eso, bueno, a lo que vamos, enséñamelo"
"¿Aquí y ahora?, es que no me he lavado este mes, pero bueno" – contestó mientras se empezaba a bajar los pantalones.
"¿Qué haces, majadero? Enséñame la batería"
"¿La qué? Ah, te refieres al tesoro que encontré en el buque español, claro." – dicho esto, se metió la mano en el bolsillo y extrajo una pequeña pieza metálica, de no más de un centímetro de ancho, un par de largo y pocos milímetros de espesor. Una pieza muy liviana que en uno de sus extremos tenía dos incisiones en algo que parecía ser oro.
"Vaya, vaya, así que es verdad que lo tenías tú"- Narf avanzó un paso dejando que la luz invadiera su escuálida figura. El sombrero que llevaba le tapaba medio rostro. El otro medio lo ocultaban las solapas del largo abrigo negro que llevaba.
"Ya te dije que sí, ¿acaso creías que era un mentiroso?"
"La verdad es que sí, pero ahora ya no dudo de tu palabra"
"Entonces, entrégame las veinte bolsas de oro que me prometiste a cambio"
"No tan rápido, bufón de cloaca, ya te dije antes que gracias a tu inusual suerte, te habías convertido en una pieza clave"
"¿A qué te refieres?"
"A que eso que tienes en la mano no sirve de nada"
"¿Cómo …? Entonces, ¿por qué te has molestado en buscarme y hacerme venir hasta aquí?"
"Cállate y no me interrumpas, majadero" – dicho esto Narf propinó un rodillazo a Hawk en la entrepierna que le dejó postrado en el suelo.
"Cabrón, te vas a enterar" – se quejó Hawk, al que el golpe había pillado totalmente de improviso.
"Así aprenderás a no interrumpirme mientras hablo. Verás, eso que tienes no sirve para nada si está sólo. Digamos que necesita otra pieza para funcionar. Es más bien al contrario, es la otra la que necesita a ésta para funcionar, pero eso da igual ahora, ¿me explico?"
"Sí" – Hawk no tenía ni puta idea de lo que estaba hablando el tipo ese, y nunca se había arrepentido tanto de abordar aquel buque español, aunque gracias a aquello habían tenido chochitos para 3 meses.
"Dudo que lo entiendas, pero en fin, necesito la otra pieza, ¿entiendes? Y quiero que seas tú el que me la consiga"
"¿Por qué yo?"
"Digamos que yo no me siento cómodo en esta … época, llena de piratas sucios y malolientes, sin Hondas, sin Internet … no puedo vivir así, me asfixio"
"¿?"
"Déjalo, no lo entenderías. Digamos que si no lo haces te mato, que es más simple, ¿capisci?"
"Entiendo, sí, ¿y qué quieres que haga?"
"Empecemos por el principio, ¿conoces a un tal Antonio Moreno? …"



La sonrisa que se dibujaba en la cara de Edward mostraba a Hawk que el pequeño había disfrutado mucho en el día de su cumpleaños. Se alegraba por él.
"¡Hola, Maestro! ¿Qué tal sus asuntos?" – preguntó Ed.
"Bien. ¿Cómo ha ido con Dessy?"
"Muy bien, señor, es una mujer estupenda"
"Sí, lo es, es una pena que se quiera dedicar a la brujería, con lo buena puta que es. En fin, volvamos al barco"
"Señor …"
Hawk bajó la vista y al oír brotar la palabra "Gracias" de labios de Ed, una lágrima intentó asomar por sus ojos. Al fin y al cabo, le había cogido cariño al niño. Era una pena que más adelante le tuviera que matar para cumplir la misión que le había encomendado Narf.