¿De donde saco estas ideas? - se preguntó Pelayo mientras su abultado pantalón nada hacía indicar la experiencia que había sufrido con anterioridad - Debe ser que el riesgo me pone, si no, no lo comprendo. Aunque bien pensado, seguro que este enfoque le gusta más al hijo de la grandísima de Zacarías - siguió maquinando mientras andaba sin saber bien hacia donde. Por cierto, ¿como eran los números que dijo ese tipo? 1, 8, 12, 34, 45 y 49, umm, creo que si. Oye, ¿y si es un tipo que viene del futuro y en vez de traernos patochadas y tonteces me ha elegido a mí para que me haga rico y viva a cuerpo de sáparta? Vuelo a la administración de loterías.
Evidentemente, a estas horas de la noche las posibilidades de encontrar una administración de lotería abierta es algo remota, así que tras cerciorarse del hecho, le dió un lingotazo a la botella que le dió la vuelta a la etiqueta y pensó - esta es mi noche, con el 6, 8, 19, 30, 45 y 50 seguro que mi suerte cambiará ... espera, ¿no eran el 3, 4,7, 12, 17 y 45? Mierda, mierda, mierda, ¿qué coños de números eran? No puede ser, no puede ser que los haya olvidado. A ver despacio, vamos a recordar los números - dijo mientras ponía voz de hablar con un niño de 4 años. A veeeer, los números eeeeraaaaannnnn ..... mierda me cagon tos sus muertos puestos en fila india bailando la lambada ¡¡no me acuerdo!! - gritó en medio de la negra noche, alumbrada malamente por dos lejanas farolas.
Una persina se levantó brúscamente al lado de su cabeza, casi provocándole un ataque del susto. Aunque mayor fue el susodicho cuando vió que emergió, cuan tortuga de su caparazón, una inmensa cabeza que no hacía más que soltar improperios hacia su persona. Con paso tambaleante, y con el corazón más cerca de la boca que de su cavidad, salió de allí antes que semejante energúmeno diese buena cuenta de su costillar. Será gilipollas, si sólo son las 3 de la mañana, ¿cuanto quiere dormir este quelonio? Anda y que le zurzan - balceó mientras maldecía el cruel giro del destino. Espera un momento, el fiambre dijo algo de un hotel y de una muchacha, ¿no? Ahora sólo tengo que acordarme de dicho nombre y ya está todo hecho, ¿no? ¿no? - se seguía haciendo la pregunta dado qué, obviamente ni se acordaba del nombre del hotel, de la muchacha ni de la madre que parió a Paneque.
Con la frustración a su nivel habitual, el hígado reclamando piedad y la sensación de haberse perdido algo importante, le dió un último remeneo al envase de vidrio reciclable y enfiló hacia el hogar triste hogar. Subió las desgastadas escaleras y un olor a orín perruno le indicó que estaba cerca de la puerta - mierda de perro - masculló mientras abría la puerta con habitual inutilidad - y mierda de cerradura, ¿no se puede estar quieta?. Tras dieciocho blasfemias, tres pedos y dos exabruptos de esos que en los comics de Mortadelo aparecen con rayos, nubes y calaveras, logró entrar en la pocilga a la que nadie podría denominar hogar. Dió tres pasos y se derrumbó sobre el sofá.
No había si no cerrado los ojos, cuando de nuevo volvieron a su mente las historias de piratas depravados sexuales que Zacarías le había pedido.
Esto ya está niquel - masculló Elena mientras ayudada de un mondadientes improvisado extraía un vello púbico de una muela agujereada - cumplido.
Hostías ya, que succión, que maravilla, me has dejado los cojones más fofos que un reloj de Dalí - dijo Edward.
¿Que un qué? ¿De quién? - dijo Elena mientras escupía tratando de eliminar algo de la lengua.
¿Un qué de qué? ¿Quien de quién? - respondió
Evidentemente, a estas horas de la noche las posibilidades de encontrar una administración de lotería abierta es algo remota, así que tras cerciorarse del hecho, le dió un lingotazo a la botella que le dió la vuelta a la etiqueta y pensó - esta es mi noche, con el 6, 8, 19, 30, 45 y 50 seguro que mi suerte cambiará ... espera, ¿no eran el 3, 4,7, 12, 17 y 45? Mierda, mierda, mierda, ¿qué coños de números eran? No puede ser, no puede ser que los haya olvidado. A ver despacio, vamos a recordar los números - dijo mientras ponía voz de hablar con un niño de 4 años. A veeeer, los números eeeeraaaaannnnn ..... mierda me cagon tos sus muertos puestos en fila india bailando la lambada ¡¡no me acuerdo!! - gritó en medio de la negra noche, alumbrada malamente por dos lejanas farolas.
Una persina se levantó brúscamente al lado de su cabeza, casi provocándole un ataque del susto. Aunque mayor fue el susodicho cuando vió que emergió, cuan tortuga de su caparazón, una inmensa cabeza que no hacía más que soltar improperios hacia su persona. Con paso tambaleante, y con el corazón más cerca de la boca que de su cavidad, salió de allí antes que semejante energúmeno diese buena cuenta de su costillar. Será gilipollas, si sólo son las 3 de la mañana, ¿cuanto quiere dormir este quelonio? Anda y que le zurzan - balceó mientras maldecía el cruel giro del destino. Espera un momento, el fiambre dijo algo de un hotel y de una muchacha, ¿no? Ahora sólo tengo que acordarme de dicho nombre y ya está todo hecho, ¿no? ¿no? - se seguía haciendo la pregunta dado qué, obviamente ni se acordaba del nombre del hotel, de la muchacha ni de la madre que parió a Paneque.
Con la frustración a su nivel habitual, el hígado reclamando piedad y la sensación de haberse perdido algo importante, le dió un último remeneo al envase de vidrio reciclable y enfiló hacia el hogar triste hogar. Subió las desgastadas escaleras y un olor a orín perruno le indicó que estaba cerca de la puerta - mierda de perro - masculló mientras abría la puerta con habitual inutilidad - y mierda de cerradura, ¿no se puede estar quieta?. Tras dieciocho blasfemias, tres pedos y dos exabruptos de esos que en los comics de Mortadelo aparecen con rayos, nubes y calaveras, logró entrar en la pocilga a la que nadie podría denominar hogar. Dió tres pasos y se derrumbó sobre el sofá.
No había si no cerrado los ojos, cuando de nuevo volvieron a su mente las historias de piratas depravados sexuales que Zacarías le había pedido.
Esto ya está niquel - masculló Elena mientras ayudada de un mondadientes improvisado extraía un vello púbico de una muela agujereada - cumplido.
Hostías ya, que succión, que maravilla, me has dejado los cojones más fofos que un reloj de Dalí - dijo Edward.
¿Que un qué? ¿De quién? - dijo Elena mientras escupía tratando de eliminar algo de la lengua.
¿Un qué de qué? ¿Quien de quién? - respondió