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lunes, 12 de febrero de 2007

Capítulo 7: Magia negra


Había pasado casi una semana desde que el extraño aparato llegase a las manos de Edward. Sin mucho interés al principio, había tratado de encontrarle alguna utilidad, algún sentido; todo lo que había conseguido era aumentar su frustración a cada momento, y terminar por obsesionarse con el objeto. Ocasionalmente había logrado que emitiese extraños sonidos, o que una extraña luz parpadease para terminar por apagarse. Con una escasa o nula preparación técnica, limitada a sus conocimientos navales, no alcanzaba a desentrañar los secretos que aquella curiosa pieza metálica escondía. Sin embargo estaba seguro de que no era algo corriente, ni se parecía a nada que jamás hubiese visto en alguno de los no pocos lugares que había tenido tiempo de visitar.

“Bueno, bueno, Ed... me parece que vas a tener que visitar a tu vieja amiga Desideria” – Se dijo Edward para sus adentros, no sin cierto desasosiego.

Desideria vivía en una pequeña choza, sobre un oscuro y maloliente pantano, lúgubremente adornado por ocasionales antorchas que dibujaban el camino hacia la misma. Realmente vivía en un bajo de los apartamentos Piscis, en una urbanización de reciente construcción con campo de petanca y parque para lapidaciones, cerca del sur de la isla, pero se veía obligada a buscar un sitio más acorde con su profesión; Desideria era una bruja, una hechicera. Vamos, de esas que por 5 doblones la chupa, por 10 te hace un hombre y por 20 ni pregunta. Que el negocio del muñequito budú hacía años que no daba ni para cambiarse de bragas; o eso alegaba ella cuando algún cliente protestaba al quitárselas como quien le quita el papel a una magdalena.

Era casi medianoche cuando Edward llegó a la puerta de la choza, calado de barro hasta los calzones. Habitualmente una pequeña embarcación permitía al visitante acercarse al emplazamiento de la bruja, pero desde que birlaran el bote para usarlo a modo de patera para huir de la isla, no había otra forma de llegar que nadando en mierda.

Hacía tiempo que no visitaba la choza, y le llamó la atención el nuevo cartel que la bruja se había hecho instalar a la entrada, y que rezaba: “Madame Deseo. Pasa y hazlo realidad”. En letra pequeña, para los menos despiertos, añadía: “Magia negra, limpieza de bajos y puterío sin compromiso”.

“Buenas noches, Madame Deseo...” – saludó Edward, con cierta sorna.

La bruja, que en ese momento se encontraba mezclando diversos líquidos en un recipiente de cristal etiquetado como “Revitalizante sexual Norberto, se la pone dura a un muerto”, dio un respingo y dirigió su ojo sano al joven.

“Ediiiie! ¿Cuánto hace que no venías a visitarme? ¿Te parece bonito dejar así de abandonada a una pobre y bella bruja? Y ya sabes que para ti soy Dessy” – dijo la bruja con su más almibarado tono.

Aunque había pasado menos tiempo del que Edward desearía desde la última vez que la viera, la bruja presentaba un aspecto francamente deteriorado. Realmente hacía siglos que esa mujer no era guapa, pero en sus primeras visitas, ya fuera por efecto de extraños brebajes o por juveniles e inevitables necesidades, la había encontrado remotamente aceptable. Ahora no había por donde meterle mano.

Desideria era una mujer de edad desconocida, y aunque se decía que estaba en aquella isla antes siquiera de que se despegase del resto del continente, sus cuestionables conocimientos de las artes oscuras, así como innumerables pactos con el maligno, la mantenían en unos aproximados 50 años. En su cara, surcada por arrugas a modo de patata cocida, llamaban la atención dos cosas: su casi absoluta carencia dental, y un parche tapando el lugar donde antaño descansara su ojo izquierdo. La melena presentaba un aspecto mucho más esperanzador, brillante y generosa. Lástima que no fuera suya y se le fuese cayendo de un lado a otro.

Su cuerpo presentaba diversas curvas donde otros tenían rectas, y rectas donde debía haber curvas, pero al fin y al cabo esto era cuestión de gustos geográficos. Ella solía decir que lo importante no era tener más de esto, o esto otro mejor colocado, sino tenerlo al fin y al cabo. Y lo defendía aun en el caso de su pierna derecha, donde ahora aparecía una pata de palo, alegando que ella tener, tenía sus dos piernas. Una puesta, y la otra guardada en un baúl, a la espera de crear alguna poción pega-miembros. De momento andaba liada con otra pócima, anticorrupción corporal, que a la vista estaba, andaba a un muy deficiente.

“Y bueno, guapetón, que te trae por aquí?” – dijo Desideria, mientras se acercaba descaradamente al muchacho – “Bueno, no me lo digas, que yo soy bruja y lo puedo adivinar fácilmente!”.
“Para quieta, Dessy, que vengo por temas serios” – protestó él, apartando de un manotazo las garras de la bruja antes de que estas asieran lo que no tenían que asir.
“Ay, no seas así, Ed... ya sabes que la tita Dessy sabe tratarte bien... y para ti siempre hay un precio especial. ¿A ver ese pajarito???” – dijo ella ya agarrada a la bragueta del joven como si del Santo Grial se tratase.
“¡Desideria, joder! Te hablo en serio. Necesito tus conocimientos ..”.
“Si, si, mi príncipe de las mareas! Échame una mano para aflojarme la faja, que conocimientos no me faltan en las artes del camastro” – Desideria, suspendida casi literalmente del bello pectoral de Edward, no dejaba de forcejear con este por un lugar de honor dentro de sus pantalones.
“¡Pero bueno! ¿Te quieres estar quieta ya?. Que me la estás poniendo morcillona y tengo temas importantes que tratar contigo.” – Sentenció él, empujándola hacia su butaca.
“Bueno, bueno... hijo, vale. Como sois los hombres, en cuanto se os da un poco de amor, huís como de la peste. Pues tu te lo pierdes, porque no hace ni un mes que me di un agua y estoy fresca cual pétalo de rosa” – continuó insinuándose la bruja.

Tras un par de refriegas más, donde a Desideria se le salió (o dejó salir) un pecho, se le calló el pelucón y rajó la faja, pudieron sentarse por fin a tratar el tema para el que el joven se había desplazado hasta allí.

“Mira” – dijo Edward mientras le mostraba el objeto.
“Mmmmmm, eso no se que será, pero si me agarras las carnes la mitad de firme, me caso contigo”
“Dessy...”
“Vale, vale. Mira, no tengo ni idea de que demonios es eso, ¿me lo piensas explicar?”
“Es un MP3, es que no lo ves?” – Dijo Ed, dándoselas de entendido, por una vez en su vida.
“¿Y que es un mp3?”.
“Ehh, esto... pues eso venía a preguntarte a ti. Haz alguna cosa, échale algún líquido de esos raros que tienes, o algún polvo mágico, yo que se”.
“A ti si que te voy a echar un polvo, que mágico te va a parecer poco! Ya, ya...el mp3. A ver, déjame que lo vea más de cerca” – dijo la bruja estirando sus enjoyadas manos.



Pelayo llevaba horas recorriendo su salón de un lado a otro, sin dejar de darle vueltas al asunto del MP3.

“Bueno, ya está bien, que parezco un crío. Esto no me lleva a ninguna parte. Además, no se que cojones hago paseando por este cuarto, que no tiene ni 5 metros cuadrados. Y encima hablo solo... menos mal que soy un tipo interesante, que sino diría que estoy loco” – dijo en voz baja Pelayo, mientras se dirigía a por su chaqueta, para salir a la calle.

Eran las 11 de la mañana, y el ajetreo de la gran ciudad ya se hacía notar en todo su esplendor. Pelayo, que como buen escritor dedicaba sus mañanas a perder el tiempo, se encaminó hacia el Peco’s instintivamente, paladeando ya un buen güisqui de garrafa y olvidando que no hacía más que unas horas del siniestro suceso.

Al llegar se encontró el pastel: Una docena de policías acordonando la zona, y preguntando a posibles testigos. Uno de los testigos era la señora que se ocupaba de la limpieza del local los fines de semana, y que no tardó en identificarle. Rápidamente el agente se dirigió a él.

“Buenos días. ¿Es usted el señor Pelayo? – preguntó educadamente el representante de la ley.
“¿Yo? Yo... no, no. Yo me llamo Serafín Zubiri. Soy pianista, ¿sabe? – dijo enseguida Pelayo, arrepintiéndose en el acto.
“Ya... acompáñeme, señor Zubiri, que igual tiene suerte y le dejamos tocar algo en el calabozo”.
“Oiga, oiga! Espere. ¿Qué quiere de mi? Yo no he hecho nada!”- lloriqueó nuestro héroe.
“Esa señorita de ahí dice que usted es cliente habitual del bar, nos ha dado su nombre”- recitó el agente con voz neutra.
“Puta rumana de los coj...”.
“¿Qué dice, caballero?”.
“¡Nada, nada! Que da gusto lo rápido y bien que hablan castellano estos eficientes inmigrantes que vienen a desempeñar nuestros nunca bien ponderados puestos de trabajo”- dijo Pelayo con su mejor sonrisa.
“Bueno. Reconoce entonces haber estado en el establecimiento en el momento en que sucedió la tragedia?”.
“Que vaaaa! Oiga, que yo soy un tipo muy ocupado. ¿Se cree que puedo estar perdiendo el tiempo en bares de mala muerte? Ahora mismo preparo un best seller llamado..”.
“Ya, oiga, no me de la chapa; dice entonces que no se encontraba presente”.
“Eso digo. Yo estaba en mi casa escribiendo. Escribiendo una novela de proyección internacional que narra...”.
“Vale, valeeee. ¿Tiene testigos?”.
“Mi gato”.
“M... ¿nadie más aparte de su gato?”
“¿Que gato?. Yo no tengo gato”.
“Mecagonmiputavida. ¿Estaba usted solo en su piso?” – El agente comenzaba a enfurecerse.
“Bueno, solo no... mi gato me hace mucha compañía. Sobre todo ahora que paso tanto tiempo escribiendo..”.
“Ya, una puta novela que compraré en cuanto publiquen para metérsela por el ..”. – terminó por explotar el policía.
“Oiga! Esto es agresión de la autoridad! ¡Voy a denunciarle ahora mismo y le van a meter un puro del cagarse!” – dijo Pelayo muy seguro de haber resuelto con gran maestría la papeleta.
“Bueno, a ver, todos tranquilos. Y dígame, le suenan de algo los números: 1 11 21 1112 3112”.
“¿Cómo? Uy, uy, la loto!! Espere, que apunto...” – dijo Pelayo mientras apuntaba la numeración en una libreta.
“Oiga, que estos datos son confidenciales, deje eso. Han aparecido escritos al pie de la barra, aparentemente por uno de los fallecidos. Debió hacer un esfuerzo considerable para hacerlo, dada la naturaleza de las heridas”.
“Si, era un tío muy cabezota, pero menos mal que lo hizo, porque como me tuviese que acordar...”.
“¿Cómo dice?”.
“Arg.. eh... nada. Es que yo pienso mucho en alto, conversaciones para mis libros... ya sabe”.
“Bueno, ande, circule, circule, tarado” – le despidió el policía – “Y pásese esta tarde por la comisaría a que le tomen declaración, no lo olvide”.
“Si si... sin falta, señor agente. A sus pies y a los de su señora..”- desvariaba ya Pelayo, cuyo ojete se le había encogido del susto.

Saliendo a escape de la zona, Pelayo se metió en el primer bar que encontró: “La Taberna del Pirata”.



Una ligera luz azulada iluminó la mano de Desideria, al pulsar accidentalmente un pequeño botón. Sobre la pantalla aparecieron unas letras y empezó a sonar un ligero zumbido, procedente del aparato.

“Por todos los demonios, que me has traído? Magia, esto es magia negra!” – gritó la mujer.
“Vaya, me alegro de que te resulte conocido, estaba un poco asustado”- dijo el joven.
“¿Conocido? ¿Pero yo que voy a saber de magia negra? Yo soy puta, cariño. Pero un poco de glamour no hace daño al negocio.
“Bueno, entonces, ¿no sabes que es esto?” – le dijo Edward, algo decepcionado. Ella, al ver la cara del joven, y esperando aun poder darse una alegría al cuerpo, trató de consolar al muchacho. – “No te preocupes Ed, voy a por uno de mis viejos libros, donde seguro que encontramos algo. Tu vete poniendo cómodo, que esto llevará un rato...”.

La vieja desapareció escaleras arriba. Edward, aun extrañado, se puso a jugar con el pequeño aparato, buscando la fuente del ruido. Descubrió que el sonido salía de unos pequeños botones conectados mediante lo que parecía una cuerda al bloque metálico. Se los llevó a la oreja para poder escuchar bien que decía, a la vez que podía leer en la pantalla del aparato “1 11 21 ...”.


“Oiga, disculpe, disculpe” – Dijo el extraño hombrecillo de pié, delante de la mesa.

Edward levantó la vista de repente, sorprendido de haberse podido quedar dormido en compañía de Desideria.

“Que cojones quieres! Deja de molestarme si no quieres que te abra las tripas y te lance a los tiburones” – soltó Edward, bastante malhumorado por verse sorprendido de esta manera.- “¿Y donde demonios estoy? ¿Quién me ha traído hasta aquí?”
“Oiga, a mi no me grite, que yo acabo de llegar”.- dijo el hombre, algo asustado.- “El resto de mesas estaban ocupadas y pensé que no le molestaría que.... Aunque pensándolo mejor, creo que me marcho.” – El hombre se dio la vuelta, más por el olor y apariencia de Edward, que por sus malas maneras, tónica habitual del Peco’s.

Edward, aun mareado, dio una vuelta al local con la mirada, quedando estupefacto. No reconocía nada de lo que allí había. No conocía a la gente, que le resultaba extraña, ni al camarero, ni al propio bar. Por supuesto no conocía a aquel hombre que le había despertado, pero recurriría a él para que le explicase aquel entuerto.

“Tu, piltrafa, siéntate aquí, que me vas a contar que cojones pasa aquí”
“¿Y....yo? – dijo el personajillo empezando a asustarse seriamente- “Oiga, que yo es la primera vez que vengo, y ya me march...”.
“Tu no te vas a ninguna parte”- ordenó Edward. – “¡Camarero! Un Grog para mi amigo, y otro para mi. Y tu siéntate o te parto las piernas y hablas conmigo tumbado”.
“Vale, vale. Oiga, no se ponga violento. Le advierto que se Tai Chi y podría salir usted mal parado”- amenazó el hombre, acompañando sus palabras de un penoso temblor de piernas. – “Por cierto, yo casi mejor que eso del grop, me tomaba un gintonic, si no le importa”
“¿Un que?. Bueno, toma lo que te de la gana. Yo me llamo Edward, y tu”.
“Yo, eh..” – dudó – “Me llamo Serafín Zubiri, aunque mis amigos me llaman Pelayo”.



 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas,

muy bien, muy bien, plas, plas, plas!!!!! Que buen relato. Demasiado alto has dejado el nivel como para poder continuarlo, habrá que destrozarlo, o algo así ;-)

Otro día que me encuentre mejor lo diseccionamos, que me ha sorprendido muy mucho, amén de joderme el giro argumental que tenía pensado, jajajajaja.

Besitos.

knop dijo...

Bueno, bueno, bueno,

Un encuentro inesperado, desde luego. ¿Qué será lo siguiente? ¿Un nuevo personaje, quizá? Uhmmm, la cosa se pone interesante.

Mañana diseccionamos :-)